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El mundo atraviesa una situación sin precedentes en el siglo XXI. La escalada bélica, impulsada por intereses geoestratégicos y económicos de las élites de países desarrollados, está generando una creciente inestabilidad global. El enfrentamiento entre potencias en guerras proxy, la creación de bloques militares y económicos enfrentados y las presiones a los países miembros de la OTAN a incrementar el gasto militar ponen al mundo en clara vulnerabilidad ante la volatilidad e inestabilidad de los conflictos.

Hemos asistido estos últimos dos años a un genocidio televisado en Gaza, con la connivencia de muchos países, que remueve los mismísimos cimientos del pacto social por los Derechos Humanos y que invalida, por su constante vulneración, la Legislación Internacional. Una crisis no sólo humanitaria sino política que nos obliga a repensar hacia dónde nos empuja el nuevo orden mundial y que no puede quedar impune ahora que la presión de la ciudadanía global y la resistencia palestina lograron forzar un alto el fuego, eso sí, con pactos injustos y humillantes para las personas palestinas.

Mientras los gobiernos europeos incrementan el gasto militar —a petición no sólo de la administración Trump, sino como parte de una tendencia global al rearme—, la buena predisposición a acatar este dictamen deja su huella en los presupuestos generales, derivando gastos sociales: sanidad, educación, vivienda, servicios sociales y políticas activas de empleo al “Rearme Europeo”. La consecuencia es clara: menos recursos para luchar contra la pobreza y más dinero destinado a alimentar conflictos armados que sólo benefician a los grandes intereses económicos de unos pocos.

 

¿A quién beneficia una guerra?

Sin duda, no a las millones de personas que hoy están en situación de pobreza o exclusión social. No a quienes tienen que abandonar sus hogares y convertirse en personas refugiadas desplazadas por conflictos como los de Ucrania, Palestina, Mali, Irán, Líbano, Sudán o Myanmar. Tampoco a la población de regiones dependientes o empobrecidas. 

Beneficia, sobre todo, a las corporaciones con intereses geoestratégicos, a las empresas armamentísticas y por extensión a las industrias relacionadas. La guerra alimenta un negocio multimillonario que se sostiene sobre el sufrimiento humano.

La actual crisis geopolítica está agravando la precariedad de millones de personas:

La previsible subida de los precios de los carburantes, como consecuencia del cierre de puntos estratégicos o los bloqueos comerciales, dispara la inflación, encarece el transporte y, en última instancia, los alimentos y bienes básicos.

Los aranceles, las restricciones a la importación y exportación y las guerras comerciales entre potencias generan más desempleo y recesión económica en las regiones más vulnerables.

El armento del gasto militar por parte de la OTAN, EEUU, Rusia y otras potencias recorta los fondos destinados a políticas de protección social y de desarrollo.

El gobierno de Israel cumple su función como desestabilizador de Oriente medio, habiendo bombardeado 7 países en el plazo de dos años mientras perpetra un genocidio en Gaza utilizando técnicas de guerra como hambruna inducida, bloqueos, bombardeando hospitales y campos de refugiados, además de matando selectivamente a periodistas y cooperantes que trabajan en terreno. Estos actos no son sólo violaciones del derecho internacional: son crímenes de lesa humanidad que no pueden quedar impunes.

Canarias: Una región especialmente vulnerable

En Canarias, región ultraperiférica y altamente dependiente del monocultivo turístico, la situación es especialmente grave. Según el informe AROPE, actualmente, más del 36% de la población se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social. Y si no fuera por las políticas de escudo social puestas en marcha desde la pandemia, más de la mitad de la población canaria estaría hoy por debajo del umbral de la pobreza.

 

Sin embargo, la dependencia estructural de ayudas públicas no puede ser una solución permanente. Canarias necesita diversificación económica, empleo digno, políticas de vivienda que frenen la especulación y la turistificación, y un refuerzo real de la sanidad y la educación públicas. No queremos ser una región dependiente, sino un territorio con futuro.

 

Por todo esto, exigimos:

  • El bloqueo y sanción al gobierno sionista de Israel, conformando juicios internacionales a los responsables de crímenes de lesa humanidad y exigiendo al estado de Israel restituir el daño que ha infligido por el genocidio en Palestina.

  • Denunciamos esta surrealista situación en la que los estados Europeos, y entre ellos nuestro propio estado, han sido incapaces de comprometerse con los Derechos Humanos y el Derecho Internacional, llevando a cabo, cuando la presión social se volvía peligrosa para sus intereses electoralistas, medidas a medias que llegan tarde y son insuficientes. 

  • Denunciamos al estado genocida de Israel que con total impunidad ha asesinado a cientos de miles de civiles inocentes, muchos de ellos menores de edad, con la connivencia y colaboración de Europa y EEUU.

  • La negativa al incremento del gasto militar 

  • El compromiso del Gobierno del Estado Español a potenciar políticas globales de paz y resolución de conflictos mediante el diálogo y la cooperación internacional.

  • Protección urgente a las personas desplazadas y refugiadas por causa de guerras y conflictos.

  • Una respuesta internacional coordinada frente a la pobreza, que sitúe los derechos humanos y la justicia social en el centro de las decisiones políticas y económicas.

  • Medidas estructurales para proteger a las regiones más vulnerables, como Canarias, garantizando empleo digno, servicios públicos y protección frente a la especulación y la precariedad.

  • La pobreza no es inevitable. Es el resultado de decisiones políticas y económicas.

  • El cumplimiento efectivo de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como hoja de ruta para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades.

  • Mientras unos pocos se benefician de la guerra y la especulación, millones de personas sufren sus consecuencias.

 

Decimos NO a la guerra y SÍ a la justicia social.

Decimos NO al aumento del gasto militar y SÍ a la inversión en derechos y dignidad.

Decimos NO a la pobreza estructural y SÍ a un futuro donde todas las personas puedan vivir con dignidad.

 

¡Basta ya de priorizar la guerra sobre la vida!